Históricamente, los transistores han sido fundamentales en la evolución de la electrónica hasta lo que conocemos hoy en día. En un microprocesador moderno, por ejemplo, puede haber hasta 700 millones de estos componentes actuando como interruptores. En la siguiente imagen se puede observar su simbología y su constitución de tres pines: emisor, base y colector.
El transistor es un componente versátil que permite tanto la amplificación de señales como su uso como interruptor en circuitos de corriente continua (DC) y alterna (AC). Una característica fundamental del transistor es que la corriente que pasa por la base (IB) se amplifica por un factor conocido como beta (β), resultando en una corriente mayor en el colector (IC). Esta relación se expresa como IC = β * IB. A su vez, la corriente del emisor (IE) es la suma de la corriente de la base y la del colector, es decir, IE = IB + IC. En la configuración de emisor común, que se presentará a continuación, el transistor permite el control preciso de grandes corrientes mediante pequeñas señales en la base, lo que lo convierte en un componente clave en el diseño de circuitos de amplificación y control.
Gran parte de los circuitos electrónicos utilizan transistores para manejar un voltaje dado, generalmente apoyados por divisores de voltaje. En la configuración que se desarrollo anteriormente, se muestra un circuito de adaptación donde la corriente I1 se refiere a la corriente de base (IB), que ha sido multiplicada por un factor de 100, representando el valor de beta (β). La corriente de emisor se ha etiquetado como I2, que es la suma de la corriente de base y la corriente de colector. En el divisor de voltaje, es común encontrar una resistencia conectada a la base del transistor; sin embargo, lo más importante es ajustar el voltaje en ese punto para que active el transistor adecuadamente. A continuación, se presenta el circuito de adaptación que demuestra este principio.